lunes, 6 de febrero de 2012

Asegúrate de guardar tu corazón. (Parte 1)

Si decimos que lo que más nos importa guardar es el corazón, como bien dice la palabra (Prov.4:23), entonces examinémonos a través de ella, y veamos cuán cierto es eso. Es decir, que debemos asegurarnos de estar en verdad, guardando nuestro corazón…y no otras cosas. Aunque suene extraño o parezca algo obvio, vamos a ver que no siempre es tan así.
   Guardar nuestro corazón quiere decir, en otras palabras, mantenernos apartados de toda cosa que desagrade a Dios, de no permitir que entren a nuestro ser nada que nos haga mal o nos contamine; esto es, por otra parte, llenarnos de las cosas que sí agradan a Dios, como el meditar en sus preceptos, por ejemplo.
    El problema viene cuando dejamos de guardar el corazón, tal como Él nos manda y comenzamos a guardar- o preocuparnos más- por otras cosas. Suena fuerte por ahí, pero como es algo que va sucediendo lentamente y no de un momento a otro, es muy fácil que no nos demos cuenta de eso y creamos que todo está lo más bien en nosotros. Cuando nosotros dejamos de lado lo esencial, lo que realmente vale la pena, es ahí que entramos en un terreno peligroso. Y esto es así por que al dejar de lado el corazón, lo espiritual, nos entramos a preocupar por el afuera, por las apariencias, por el que las cosas se vean bien, por el aspecto exterior, del mismo modo que lo hicieron los fariseos en los tiempos de Jesús (MT. 23). Esto es cuidar las formas, lo exterior, y causa por la cual Jesús los reprendió tan duramente. En los versículos 25-28 del mismo Mateo 23 vemos las duras palabras con que Jesús los reta a estos.  El Señor los llama sepulcros blanqueados, hipócritas, que limpian lo de fuera del vaso y del plato, y que por dentro están llenos de iniquidad y de injusticia. Les preocupaba tanto la apariencia, el verse justos y respetables ante la gente que se habían olvidado de su corazón, el cual ya no era limpio delante de Dios. Debemos tener en cuenta que cuando nos preocupamos tanto por guardar las formas-tal como lo hacían los fariseos- siempre habrá gente a la que terminaremos lastimando. Y así es aunque a algunos no lo quieran ver. A lo mejor alguien pudiera decir: “Pero yo no soy como esos fariseos, yo guardo mi corazón Yo no lastimo a nadie”. Bueno, veamos. Analicemos el asunto un poco más de cerca, y sencillito, al presentarse algunas de  las siguientes situaciones en tu vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario