lunes, 27 de junio de 2011

Somos una nueva generación.

Muchas veces uno escucha eso, que somos la generación del último tiempo, la del postrer avivamiento, que es la que Dios usará para hacer grandes cosas, y es cierto. Pero también es verdad que debemos tomar verdadera  conciencia de eso y estar preparados.
                                    
  Lo que quiero decir con esto es que para que todo el gran mover de Dios ocurra, deberemos estar a la altura de las circunstancias. ¿Y cómo? La mejor manera es tomar conciencia, como dije antes, de que somos una nueva generación. Es decir, 1º) Una generación vencedora, que camina en victoria (Ro. 8:31,37). 2º) Que toma autoridad sobre el enemigo, y que es capaz de aplastarlo en el nombre de Jesús (Mr. 16:17-18). Porque sabe que en Dios todo lo puede (Fil. 4:13, Ef. 6:10-12). 3º) Que camina en el Espíritu, y busca las cosas del Espíritu en primer lugar (Gá. 5:16-26). Esto significa que no se va a enredar con las cosas carnales que los desenfoque del propósito de Dios. Asimismo buscará cada día alimentar la mente con la Palabra, leyéndola y meditando en ella (Ro. 12:2, Ef. 4: 23). Porque al hacer todo esto, entonces, es que avanzamos al otro punto, que es el de estar preparados.

  De esta manera podemos ver la importancia que tiene el estudiar y aprender la Palabra, porque al hacerlo, caminaremos cada día más de acuerdo a ella. Eso significa que, esta nueva generación reflejará con su vida el amor y la misericordia de Dios (Gá. 6:1-5), y serán de testimonio para los que no creen. No se pondrán en jueces de los demás ni se creerán más que nadie, sino que tendrán una actitud de humildad y compasión  hacia los que sufren, o hacia los que han fallado en algo. Tampoco debemos dejar de lado la aparte espiritual de la preparación, es decir, el tiempo de intimidad con Dios, de culto personal con Él, permitiendo que su Santo Espíritu nos hable, nos toque y nos ministre. Porque es de esta manera que Él nos hablará y nos dará dirección para ir avanzando más en el propósito divino para nuestras vidas.

  Entonces vimos que si somos, o queremos ser, parte de esta nueva generación que Dios usará grandemente para traer el gran avivamiento final, debemos estar a la altura de las circunstancias. Es decir, que es nuestra tarea el estar conscientes de eso y estar preparados. No nos podemos dar el lujo de estar distraídos ni perdiendo el tiempo. Dios nos quiere usar, él quiere mostrar su gloria a través nuestro. ¡El mundo nos necesita! Por eso es sumamente importante que no perdamos de vista que somos una generación de guerra, una generación vencedora que en el nombre de Jesús todo lo puede; aún aplastar al enemigo más poderoso porque en nosotros está el que lo venció en la cruz del
calvario. Además es importante que recordemos que nuestras vidas deberán reflejar su gloria, ya que una generación victoriosa busca primero las cosas del
 espíritu, y camina en amor. Transmite paz y bendición. El otro punto que vimos es el de la importancia de estar preparados, no sólo estudiando la Palabra  y meditando cada día en ella, sino también es de suma importancia nuestra comunión con Dios, nuestro tiempo a solas con él; en oración y con nuestros oídos espirituales sensibles a su voz.

  Por eso mismo, todo esto es parte esencial que hagamos nosotros para poder ser instrumentos útiles en las manos del Señor. De este modo, si nosotros hacemos nuestra parte, Dios hará la suya. Así entonces, seremos esa nueva generación  que mostrará al mundo la gloria de Dios. Una generación que revolucionará la tierra. Una generación victoriosa. Amén!
Silvia’11






El que no ama a su hermano.

Siempre que leo esta palabra de 1 JN. 3:15 me impacta grandemente lo que Dios dice en ella a través del apóstol Juan. Aquí dice que el que odia a su hermano es homicida, y que ningún homicida tiene vida eterna delante de él. Muy fuerte, ¿verdad? Más aún, en el versículo anterior además dice que el que no ama a su hermano permanece en muerte, porque el tener amor hacia los demás es la señal inequívoca de que hemos pasado de muerte a vida. Pero sigue la pregunta: ¿Dios pone al que no ama a su hermano al nivel de alguien que es capaz de matar a otro? ¿Tanto es así? Efectivamente, aunque suene muy duro esto.

  Es que, principalmente, si la evidencia de que lo conocemos a Dios es que tenemos su amor dentro nuestro, es imposible que no amemos a los demás (1JN. 4:7-8). Esto es así porque al recibirlo en nuestras vidas, su amor nos inunda y somos capaces de amar como nunca antes lo hemos hecho. Hasta podemos amar aún a los que nos han hecho mal. Es que su Santo Espíritu nos capacita para poder hacer eso, ya que no podríamos con nuestras propias fuerzas.

  Pero aquí viene lo siguiente: entonces cómo es que hay tantos en el Reino de Dios que no tienen amor para con los hermanos; y no sólo eso, sino que aún hablan mal de los demás, acusan, difaman y  maltratan hasta en la propia iglesia. Justamente eso es el problema, pero para los que obran así. Porque si no amás a tu hermano estás en un verdadero problema con Dios. Hasta por ahí alguno dice: “Nooo…yo a Dios lo amo. Yo a Dios le sirvo en la iglesia, yo oro, leo la palabra, etc.”Pero no, eso tampoco sirve si no amas a tu hermano. No hay que olvidar que Dios mira el corazón, y no las apariencias. Dios sabe lo que hay dentro tuyo. A él no le podemos mentir. Es que si decimos que lo amamos a Dios, a quien no vemos, debemos amar a  nuestro hermano, a quien sí vemos. Porque de no ser así, además de homicidas, pasamos a ser mentirosos delante de él.

  Sabemos que Dios mira el corazón y no las cosas exteriores, las apariencias. Sin embargo, muchos creen que pueden tapar su falta de amor hacia las personas, haciendo muchas cosas en la iglesia, dando muchas ofrendas, y aún teniendo una apariencia de piedad. Pero la Palabra de Dios no cambia y 1 JN. 3:15 sigue allí, inalterable en la Biblia…titilando con luces de colores. El Señor conoce lo más profundo de nuestro ser, y a él no lo podemos engañar. El quiere en esta hora que abandones todo este tipo de actitudes y comiences a hacer las cosas bien. Es decir, a la manera de Dios. Es cambiar o cambiar, porque si no nos quedaremos en el camino. A él no le impresionan los títulos o cargos que tengas dentro, o fuera, de la iglesia. Al Señor sí lo conmueve el corazón arrepentido y humillado. Con Él no hay excusas. Nos puso para bendecir a los demás, no para que fuéramos jueces de las conductas ajenas. Su voluntad es bendecirnos y perdonarnos, pero con una condición: Que nosotros hagamos lo mismo con los demás. Sólo de esta manera funciona. Así que no hay lugar para quejas o reclamos a Dios, luego.

  Entonces sabemos, que el que no ama a su hermano no conoce a Dios realmente, porque si no ama al que ve, no puede amar al que no ve. Por eso Dios lo llama homicida y mentiroso. Porque si la evidencia de que lo conocemos a Dios es que tenemos su amor dentro nuestro,- el cual es sublime, perfecto, perdonador, misericordioso-, entonces no cometeremos atropellos contra nuestro prójimo sino que actuaremos en amor y compasión.

  Por eso nunca es tarde para rectificarse y cambiar toda actitud incorrecta, mirándonos siempre en el espejo de la Palabra. Él es nuestro abogado y está dispuesto a perdonarnos si nos arrepentimos de todo corazón (1JN. 2:1-2,1:9). Porque él es fiel y justo.

  Así, con la certeza de que si tenemos su amor, aunque sea un poquito de él, y nos ponemos en sus manos, este amor puede ir creciendo y desarrollándose cada día más en nuestras vidas.
  Silvia ‘11