lunes, 27 de febrero de 2012

Un quiste en el cuerpo

   La joven y hermosa novia estaba preocupada por lo que le acababan de descubrir los doctores. Ella pensaba en su boda tan próxima  y le inquietaba sobremanera ese molesto quiste que reflejaban las radiografías recientes. Por más que los médicos le dijesen que no era algo grave, que no era cancerígeno; y que, si con el tiempo no se iba solo le darían medicación  para que este se disolviera. A ella, sin embargo, esto era un asunto que la inquietaba por demás. Venía entonces a su memoria, como ella siempre se había cuidado tanto en todo, incluida su salud física. Hacía poco menos de un año atrás se había realizado diversos chequeos, hasta de la misma zona donde se alojaba dicho quiste. Por eso no podía comprender ahora cómo en tan poco tiempo se le hizo ese quiste de tamaño mediano en su saludable cuerpo. Aunque los médicos le asegurasen que todo eso que ella argumentaba, era bueno que se hiciera, aún así eso no garantizaba  que no se formasen quistes. Más aún, le recordaban el beneficio del chequeo periódico, y el diagnóstico precoz, en el posterior tratamiento de este tipo de quistes y otros problemas similares. Sin embargo, a la joven mujer no había explicación que la conformase.

   Asimismo, no pasó mucho tiempo cuando los doctores resolvieron finalmente, darle medicación para que dicho quiste se disolviera. Pero transcurrido cierto tiempo estos vieron con asombro no sólo que el quiste no estaba disuelto, sino que este había crecido unos milímetros y su consistencia se había vuelto más resistente a los medicamentos. La mujer entonces, insistió una vez más ante ellos que el asunto era más grave de lo que parecía; y remarcaba  lo molesto que el susodicho quiste  fue desde un principio, y además insistía en que últimamente se le había vuelto insoportablemente molesto. Esto era algo que la tenía tan fastidiada que prácticamente les ordenaba con vehemencia a sus doctores que se lo extirpasen con urgencia, lo más pronto posible. Es que la joven novia quería llegar a su boda sin nada que la estorbase. Aún así, los que la debían curar le decían que no era para tanto, que podía casarse igual, y que si acaso le dolía o molestaba, que se tomase un calmante y listo. Más aún, hasta hubo gente de su familia que la acusaba de estar obsesionada con el quiste que tenía en su cuerpo; le decían que a tanta gente le sucedía lo mismo y que vivían lo más bien, que no andaban quejándose como ella todo el tiempo. Hasta algunos de sus hermanos le habían llegado a decir que mientras el quiste no le manchase el vestido el vestido blanco de novia, que no tenía de qué preocuparse. Horrorizada, entonces, la joven doncella pensó que como chiste eso era de pésimo gusto. Pero no era chiste, sus hermanos hablaban en serio y ella enseguida se dio cuenta. Podríamos decir así que … rápida de reflejos tomó en su corazón la determinación de ir a primera hora del día siguiente al centro especializado para que le extirpen el molesto quiste de una buena vez, ¡Y listo! Fin de la historia.

   Pero el fin de la historia es en verdad otro, ya que la novia del relato es la Iglesia, y la Iglesia somos cada uno de nosotros. Esto significa – a la luz de la palabra de Dios- que la novia debe estar pura y sin mancha, por dentro y por fuera. Libre de toda contaminación e inmundicia, por más pequeña que esta parezca. Aunque no se vea a simple vista, aunque sea tan minúscula  como un quiste.
   Referencias bíblicas: Ef. 5:27, Ap. 21:2).
  
  SILVIA ‘12

lunes, 6 de febrero de 2012

Asegúrate de guardar tu corazón. (Parte 3)

   Cuando nos preocupamos tanto por los títulos y cargos de las personas-en la iglesia sobre todo-, y le damos desmedida importancia a eso; mas aún, cuando en eso basamos nuestro concepto de respeto a la  autoridad, y líderes dentro de la iglesia, ENTONCES... ¡NOS ESTAMOS PREOCUPANDO POR LAS FORMAS!
    Porque el respeto a la autoridad no pasa por los títulos, o como llames a una persona, SINO POR TU CORAZÓN DELANTE DE DIOS. Precisamente el problema no está en que llames a alguien en la iglesia por su título o función dentro de la misma, o si lo haces por su nombre de pila, o por su diminutivo, el tema es…la intención o lo que hay en tu corazón cuando realizas dicha acción. La preocupación tan desmedida por esto, tal como yo vengo observando últimamente, es el quid del asunto, porque es lo que evidencia un exacerbado cuidado por las formas, lo exterior, las apariencias. Estos son sólo algunos ejemplos pero que nos van a servir para evaluar cómo andamos con nuestro corazón. ¿En verdad lo estamos cuidando como nos manda la Palabra? ¿O muchas veces nos preocupamos por formas y cosas externas aún al alto precio de herir a tu hermano, por el cual Cristo también murió? Por eso mismo les dejo esta palabra, para que podamos reflexionar sobre esto, y que cambiemos lo que haya que cambiar de nuestra vida, y que no nos descuidemos con esto. Recuerda que nada hay superior o más importante que cuidar nuestro corazón. No vale la pena que lo contamines o dañes por cuidar otras cosas que además están fuera de la voluntad de Dios, y que no sirven. Recuerda: tu vida es preciosa delante de Dios. Por eso guarda tus pensamientos, tu espíritu, tus ojos y tus oídos de todo lo que no conviene (Prov. 4:24-27). Cuida lo que ves, lo que oyes, camina en rectitud, y no te apartes del buen camino de Dios. Porque todo esto es cuidar el corazón, por sobre toda cosa que guardes. ¡Amén!

Asegúrate de guardar tu corazón. (Parte 2)

   Entonces, como dijimos anteriormente, analicemos cómo sería nuestra reacción  al presentarse algunas de las siguientes situaciones:
    
   Cuando en lugar de darle alguna palabra de aliento a una persona afligida por un problema,  LA CONDENAMOS Y ENCIMA LE METEMOS CULPA; Y COMO SI FUERA POCO LE DECIMOS QUE DEJE DE HABLAR DE SU PROBLEMA, ¡Y QUE MANTENGA LA BOCA CERRADA!  ESTAMOS GUARDANDO LAS FORMAS.
   Cuando le hacemos "la cruz" a alguien, por conflictivo, rebelde o problemático...Y LO
DEJAMOS DE LADO...¡¡SEGUIMOS GUARDANDO LAS FORMAS!!
    Cuando decimos que está mal el chisme, la murmuración, etc, etc, pero... HABLAMOS MAL DE ALGUIEN QUE NO ESTÁ PRESENTE PARA DEFENDERSE, Y ADEMÁS LES DECIMOS A LOS DEMÁS QUE NO "SE JUNTEN CON ESA PERSONA". HERMANOS MÍOS: ¡¡GUARDAMOS LAS FORMAS!!
                                                                                                                                                                               
         Además  uno podría preguntarse con qué criterio juzgan si alguien es de una manera u otra, o con qué autoridad les dicen a los demás con quien deben  o no juntarse, como si fuera que ellos tuvieran alguna iluminación o poder especial que los demás no poseemos, y que por eso mismo se creen con derecho a tratarnos como a niños inmaduros. Se ponen en jueces de otros cuando Dios no nos llamó a juzgar, sino a restaurar, a levantar al caído, y a caminar en amor.

   Si decimos que somos fieles y leales a los líderes y al ministerio, también deberíamos preocuparnos genuinamente por el hermano que tenemos cerca, y está sufriendo; porque así seremos fieles y leales NO SÓLO CON ESA PERSONA SINO ADEMÁS PARA CON DIOS (QUE ES LO QUE EN VERDAD IMPORTA). PORQUE SI NO HACEMOS ESTO, HEMOS CAMBIADO LAS PRIORIDADES Y…¡¡¡ ESTAMOS CUIDANDO LAS FORMAS!!! ¿SI? ¡SI, MI HERMANO! ¡SI, MI HERMANA!
   Cuando nos preocupamos tanto por alguien enojado o dolido,
pero por lo que este(O esta) pueda decir por Facebook, Twitter, o lo que sea, Y QUE ASI SE PUEDAN ENTERAR LOS DEMÁS DE COSAS QUE QUEDARÍA MAL QUE SE ENTEREN "OTROS"... ¡ESTAMOS GUARDANDO LAS FORMAS!



    


  

Asegúrate de guardar tu corazón. (Parte 1)

Si decimos que lo que más nos importa guardar es el corazón, como bien dice la palabra (Prov.4:23), entonces examinémonos a través de ella, y veamos cuán cierto es eso. Es decir, que debemos asegurarnos de estar en verdad, guardando nuestro corazón…y no otras cosas. Aunque suene extraño o parezca algo obvio, vamos a ver que no siempre es tan así.
   Guardar nuestro corazón quiere decir, en otras palabras, mantenernos apartados de toda cosa que desagrade a Dios, de no permitir que entren a nuestro ser nada que nos haga mal o nos contamine; esto es, por otra parte, llenarnos de las cosas que sí agradan a Dios, como el meditar en sus preceptos, por ejemplo.
    El problema viene cuando dejamos de guardar el corazón, tal como Él nos manda y comenzamos a guardar- o preocuparnos más- por otras cosas. Suena fuerte por ahí, pero como es algo que va sucediendo lentamente y no de un momento a otro, es muy fácil que no nos demos cuenta de eso y creamos que todo está lo más bien en nosotros. Cuando nosotros dejamos de lado lo esencial, lo que realmente vale la pena, es ahí que entramos en un terreno peligroso. Y esto es así por que al dejar de lado el corazón, lo espiritual, nos entramos a preocupar por el afuera, por las apariencias, por el que las cosas se vean bien, por el aspecto exterior, del mismo modo que lo hicieron los fariseos en los tiempos de Jesús (MT. 23). Esto es cuidar las formas, lo exterior, y causa por la cual Jesús los reprendió tan duramente. En los versículos 25-28 del mismo Mateo 23 vemos las duras palabras con que Jesús los reta a estos.  El Señor los llama sepulcros blanqueados, hipócritas, que limpian lo de fuera del vaso y del plato, y que por dentro están llenos de iniquidad y de injusticia. Les preocupaba tanto la apariencia, el verse justos y respetables ante la gente que se habían olvidado de su corazón, el cual ya no era limpio delante de Dios. Debemos tener en cuenta que cuando nos preocupamos tanto por guardar las formas-tal como lo hacían los fariseos- siempre habrá gente a la que terminaremos lastimando. Y así es aunque a algunos no lo quieran ver. A lo mejor alguien pudiera decir: “Pero yo no soy como esos fariseos, yo guardo mi corazón Yo no lastimo a nadie”. Bueno, veamos. Analicemos el asunto un poco más de cerca, y sencillito, al presentarse algunas de  las siguientes situaciones en tu vida.