Antes que nada, y más allá de todo, Dios es soberano.
Más allá de tus palabras, más allá de tus pensamientos, más
allá de cualquier punto de vista que tengas. No importa lo que pienses. De nada
valen las excusas. Dios fue, es y será siempre Dios. Su poder y grandeza no
tiene principio ni fin. Por eso, tus palabras llegarán hasta donde Él permita
que lleguen. A él no lo mueve ni le impresionan tus declaraciones y
repeticiones vanas. En cambio, a ti sí te debe preocupar el cumplir su voluntad
y el escudriñar continuamente su Palabra para que ahí sí te pueda ir bien, y
ser bendecido. Porque justamente el ser bendecido se trata de estar en el
centro mismo de su voluntad soberana, que es agradable y perfecta siempre. No
hay otra manera. No hay atajos. Porque Dios no cambia, porque Él es el mismo
siempre, hoy y por los siglos. El hombre sí muchas veces pretende cambiar a
Dios, o mejor dicho, quieren fabricarse un dios a su medida, para no tener que
confrontarse con el verdadero Dios que llama al hombre a arrepentirse de sus
pecados, y que Él sea el todo en su vida. Lo que la gente quiere, muchas veces,
es un dios que se acomode a ellos, y que siempre les hable bonito. Palabras
como pecado, arrepentimiento no les agrada escuchar. No les interesa oír el
mensaje de la cruz, de la suficiencia del sacrificio que Cristo hizo por
nosotros, de la salvación por gracia. Sólo les importa escuchar a los que les
hablan de "prosperidad", de tener casas hermosas, autos último modelo, y demás
“bendiciones materiales” como si sólo eso fuera lo más importante y esencial
del mensaje del evangelio. Es triste ver cómo reducen el mensaje de Cristo a
puros bienes materiales, donde se exalta al hombre antes que al Creador, al
Eterno Dios del universo. Porque es cierto que Dios puede suplir toda
necesidad, y tampoco desea que nos falte la comida o el vestido, o que no tengamos para pagar
las cuentas, por ejemplo. Pero lo que sucede ahora es que se han ido
directamente al otro extremo. Ya no se busca a Dios por lo que es, sino sólo
por lo que pueda darte. Y eso está mal. Porque si uno buscase a alguien, por
ejemplo a un amigo, solamente cuando necesitamos algo porque sabemos que ese
amigo nos va a poder dar lo que necesitemos, y luego nos olvidamos de esta
persona y volvemos a nuestra vida normal como si nada, obvio que nuestro amigo
se va a sentir defraudado y va a pensar que nosotros somos unos interesados.
Bueno, con Dios es lo mismo. Por eso que siempre debemos tener para con Él una
actitud de humildad y agradecimiento. Pero si nosotros nos encontramos en la
posición de creer que Dios tiene la obligación de darnos cualquier cosa que
pidamos sólo porque lo “declaramos” con nuestra boca, en verdad no estamos
siendo tan humildes sino que más bien pecamos de soberbia. Porque Dios no es
nuestra lámpara de Aladino que tiene que suplir nuestros caprichos ni es
nuestro sirviente. ¡Claro que no! Él es el Eterno Dios del universo, Creador de
los cielos y la tierra. ¡El Eterno Dios que para siempre vive y el cual es
soberano! Por eso, como dije al principio, antes que nada y más allá de
cualquier otra cosa, Dios es soberano. Esto es, más allá de tus pensamientos,
más allá de lo que digan los demás, aún más allá de lo que diga tu pastor.
Porque no importa lo que declares, lo que confieses, lo que enseñe “el ungido”
o el “apóstol”. Nada se iguala a lo que diga la Escritura ya que ella es
la única autoridad para saber la voluntad de Dios, y ningún ser humano ni nada
en este mundo puede arrogarse el tener la misma autoridad. Cualquier cosa que
se diga o enseñe debe estar en concordancia con la Santa Biblia, sino es algo
falso y espurio. Es herejía, lisa y llana, y debemos rechazarlo.
Es por eso que más allá de cualquier cosa en el mundo, más
allá de lo que nos guste, o digamos, o declaremos, o nos empeñemos en que
suceda, Dios siempre hará su voluntad. Nada ni nadie en el cielo ni en la
tierra le puede torcer el brazo. Porque más allá de cualquier otra cosa en el
mundo y antes que nada, Dios es soberano. Bendiciones.
Victoriosa 2015
Versículos bíblicos: Mal. 3:6-7, Hechos 4:24, Judas 1:4, Ro.
11:36, 12:2, He. 13:8.