martes, 19 de febrero de 2013

Un reino diferente.



Definitivamente, el Reino de Dios es un reino diferente a todos. Es importante, primeramente, entender esto. Sin embargo, la gente en general cuando piensa en el concepto de reino, tiene la imagen terrenal acerca del mismo. Es decir, la de un rey terrenal que domina o tiene poder absoluto sobre un determinado territorio. Esto es así, en el sentido de la monarquía pura; no tanto en la que subsiste hoy día con otros sistemas de gobierno. Pero volviendo al tema, el Reino de Dios, por esa misma razón no se puede comparar a ninguno que exista en este mundo. Primero y principal, porque precisamente el Reino de los Cielos No es de este mundo (Jn.18:36). Por eso cuando la gente de su tiempo le insistía a Jesús acerca de establecer Su reino en Israel, y así librarlos de la opresión romana, Él les decía una y otra vez que Él no había venido para eso, porque justamente Su reino no era de este mundo. Porque ellos anhelaban ser libres del dominio romano y esperaban, o creían, que Jesús los libraría del yugo romano. Pero el Señor no sólo trató de hacerles entender esto sino que además,  quería que ellos entendiesen que en Su reino, el que quisiera sobresalir por sobre los demás, o creerse más importante sería justamente el que tendría que servir a los demás, y el que buscase ser primero sería el último. Y más aún, Jesús mismo se puso como ejemplo al decirles a los discípulos, que Él no vino para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por muchos (MT. 20:25).

   Con todo esto Cristo Jesús les quiso hacer entender a ellos, y a nosotros, que  Su reino no es terrenal y que Él mismo lo trajo a nosotros. Por esto mismo, nosotros no necesitamos establecerlo ni nada que se le parezca, porque Él ya lo dejó establecido cuando vino a la tierra (Mt. 12:28, 4:17, 10:7). Sin embargo, en la misma Palabra se nos dice que sí reinaremos con Cristo en forma literal, pero No en este tiempo presente sino en el futuro. Más precisamente en el milenio, al final de la Gran Tribulación cuando Cristo regrese en gloria (Ap.20:4, 5:10; Lc. 17:20-30).

   Mientras tanto, ya hemos dicho que el Reino de Dios no es de este mundo. Eso significa que en este reino no debemos buscar las cosas temporales, las que perecen, sino lo eterno (Ro. 14:17). Asimismo, tampoco debemos buscar el sobresalir por sobre las demás personas, ni el tener lugares de poder (MT. 20: 21-28).
   Además es muy importante que sepamos, que la visa para poder entrar al Reino de Dios, es la de ser nacido de nuevo (JN. 3:3-5). No hay otra manera posible. Y cuando decimos que Su reino no es de este mundo también  significa que el mismo no se rige por el sistema o preceptos del mundo, sino por el de Dios. Este sistema consiste justamente en someternos a Su voluntad y soberanía en nuestras vidas (Mt. 7:21).

   En conclusión, lo primero que dijimos es que Su reino no es de mundo. Esto es, que no es terrenal ni político, ni regido por los preceptos o métodos del mundo. Asimismo, este reino tampoco tiene un territorio o lugar físico. Por esta razón cuando Jesús vino a la tierra,  no vino para implantarlo como esperaban los israelitas en aquel entonces. Sin embargo, como ya también dijimos,  eso sí sucederá en el futuro al final de los tiempos. En aquel entonces, sí habrá un reino en sentido literal y visible, y ahí sí reinaremos con Él en la tierra, no antes. Por lo tanto, en ningún lado de la Biblia Dios nos manda a establecer ningún reino. Eso es un error. Tampoco habla la Escritura de que tengamos que convertir a todo el mundo; si, en cambio, se nos manda a predicar el evangelio a toda criatura (Mt. 24:14, 28:19, Mr. 16: 15-16). Del mismo modo Jesús nos dice que no debemos buscar el poder terrenal, ni el sobresalir por sobre los demás, porque eso son deseos del mundo, y terrenales. En cambio, sí debemos buscar las cosas que tienen valor eterno, las que nunca perecen ni se corrompen. Porque el Reino de Dios no es como suelen ser los de la tierra, que los gobernantes se enseñorean y oprimen a los demás. Contrariamente a esto, en el Reino de Dios el que quiera ser primero, será el último y el que sirva a todos (Mt. 20:25-28). Porque el sistema de Dios es muy diferente al del hombre, en Su sistema no buscamos ser grandes sino el someternos a Su voluntad con humildad. Otra cosa también muy importante es que para formar parte de Su reino, es necesario nacer de nuevo, tal como Jesús le dijo a Nicodemo.

   Por todas estas razones –y muchas más que no enumeré- es que el Reino de Dios no se parece a ninguno de esta tierra, y es diferente a todo lo conocido hasta ahora. Asimismo, Cristo lo estableció cuando vino a la tierra, y Él mismo lo consumará en forma visible cuando regrese en gloria, al final de la Gran Tribulación y antes del milenio. Esto es lo que dice la Palabra. Cualquier otra cosa es un terrible error, y una herejía (Ap. 22:18-19).

SILVIA’13