jueves, 18 de abril de 2013

La música de Dios (2º parte).


   Dijimos anteriormente que más allá del estilo de música que ejecute o cante alguien, está lo que hay en su corazón; esto es, la intencionalidad o el espíritu con que lo hace. Sin embargo, mucho se insiste desde ciertos lugares, en que determinados estilos de música no son de Dios, y que despiertan la carnalidad. Pero también, como ya dije antes, el problema es la naturaleza caída del hombre, y no la música en sí misma. Por eso mismo podríamos decir que, de acuerdo a lo que haya en su interior, así también será su música. Porque en la Palabra también dice que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mt.12:34-35), y además, que por los frutos los conoceremos (Mt.7:20).

   Entonces, si tenemos en cuenta lo anterior, vemos que NO HAY un estilo musical específico que agrade, o desagrade especialmente, a Dios. Afirmar lo contrario, asimismo, no sólo sería una falacia sino que además carecería de sustento bíblico. Para que se entienda mejor, lo diré más gráficamente. Esto es, que cuando se insiste en que, por ejemplo, la música rock  es del diablo; por otro lado, suele ocurrir que se quiere afirmar que cualquier música suave, -como la clásica, por ejemplo- SI es de Dios. Pero al decir esto se ignora peligrosamente que, del mismo modo que hay rockeros (Seculares, se entiende), que viven de cualquier manera y aún practican el satanismo, en su mayoría; asimismo también hay muchos músicos clásicos muy respetados hoy día, que vivieron vidas plagadas de excesos y hundidas en la más profunda carnalidad, y que por esa causa muchos de ellos murieron jóvenes. Podría además dar el ejemplo  de los himnos que por tantos años se han cantado en las iglesias, y que muchos los tienen en un pedestal, y como única música válida. (Si, todavía hay gente que piensa de esa manera tan rígida). Estos himnos, -muchos de ellos muy hermosos, por cierto- fueron compuestos en base a canciones populares de la época, y con la música popular también de aquel entonces. Podríamos agregar que también, en un principio fueron muy resistidos por los más tradicionalistas de la iglesia, porque estos preferían continuar con los Salmos métricos, y no con aquella “música mundana” que tenían los flamantes himnos. Vemos aquí, que aún en los himnos congregacionales quedó la impronta, o influencia, de la música y la cultura de la época en que fueron compuestos. Por eso mismo es imposible, que si uno está dentro de una cultura determinada, no vaya a ser influenciado de alguna manera por esta. (Continúa)

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