martes, 6 de marzo de 2012

Paz en la tormenta.

Aunque suene extraño para el común de las personas; nosotros, como cristianos,  sabemos que aún en el medio de la peor tribulación o tormenta podemos tener la paz de Dios en nosotros. Es decir, la confianza depositada en que el Señor es lo suficientemente fuerte y poderoso para librarnos de cualquier circunstancia por más adversa que esta sea. Su brazo siempre está extendido para  ayudarnos porque grande es su poder y no tiene límites.

   Podemos ver, por ejemplo, en el libro de Mateo  8: 23-27 como Jesús calma la tormenta por más que esta era sumamente fuerte. Esto nos hace comprender como él tiene el control aún sobre la naturaleza. Su poder y autoridad no tiene límites. Por eso también reprendió a los discípulos por causa de la falta de fe que ellos demostraron al dejarse invadir por el temor. Porque el Señor en todo tiempo nos podrá ayudar, pero siempre de acuerdo a nuestra medida de fe. Además vemos en Mateo 14:22-32 que Jesús hace caminar a Pedro sobre el mar. Asimismo apreciamos aquí que, mientras Pedro mantenía los ojos en Jesús, caminaba firme sobre el agua; pero, apenas los quitó comenzó a hundirse. Tanto era lo que se hundía, que el Señor tuvo que extender su mano y sacarlo.

   Todo esto nos enseña que mientras mantengamos los ojos puestos en Jesús, no va a haber tormenta que nos volteé. Porque en Cristo podremos tener paz y confianza en que Él nos sostendrá en todo momento. Esto es, si permanecemos enfocados y conectados con él. También vemos, en el pasaje antes nombrado, que en cuanto Pedro quitó los ojos de Jesús, vio que estaba parado sobre el agua y tuvo miedo, y ahí mismo comenzó a hundirse. Del mismo modo, si nosotros sacamos la vista de Jesús, y comenzamos a mirar el agua de los problemas en vez de mirarlo a él, sucederá que nos entrará el temor y la duda, y comenzaremos a hundirnos. Pero aún así, si nosotros reaccionamos y clamamos a él, el Señor en su misericordia  extenderá su mano a favor nuestro y nos sacará del lodo cenagoso de las circunstancias adversas. Por eso es muy importante que nunca le demos lugar al temor ni a la duda que el enemigo querrá sembrar en nuestras vidas. Mantengamos siempre la mirada en Cristo en todo tiempo. Confiemos en él siempre, que su poder y misericordia jamás se agotarán. Creamos a su Palabra que es fiel y verdadera, que nunca falla ni miente. Recuérdalo.

      Por último, veamos que en Isaías 43:2-3,5,16,19b dice:

   “Cuando pases por las aguas yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás ni la llama arderá en ti.”

   Hermosa palabra en  verdad. Por eso cuando creas que tus circunstancias son tan terribles y que las tormentas en tu vida arrecien, recuerda al Dios en que tú crees y clama a él. Porque el Señor es el mismo siempre y su brazo extendido te sacará aún de lo más profundo y te levantará.
   

No hay comentarios:

Publicar un comentario