lunes, 27 de junio de 2011

El que no ama a su hermano.

Siempre que leo esta palabra de 1 JN. 3:15 me impacta grandemente lo que Dios dice en ella a través del apóstol Juan. Aquí dice que el que odia a su hermano es homicida, y que ningún homicida tiene vida eterna delante de él. Muy fuerte, ¿verdad? Más aún, en el versículo anterior además dice que el que no ama a su hermano permanece en muerte, porque el tener amor hacia los demás es la señal inequívoca de que hemos pasado de muerte a vida. Pero sigue la pregunta: ¿Dios pone al que no ama a su hermano al nivel de alguien que es capaz de matar a otro? ¿Tanto es así? Efectivamente, aunque suene muy duro esto.

  Es que, principalmente, si la evidencia de que lo conocemos a Dios es que tenemos su amor dentro nuestro, es imposible que no amemos a los demás (1JN. 4:7-8). Esto es así porque al recibirlo en nuestras vidas, su amor nos inunda y somos capaces de amar como nunca antes lo hemos hecho. Hasta podemos amar aún a los que nos han hecho mal. Es que su Santo Espíritu nos capacita para poder hacer eso, ya que no podríamos con nuestras propias fuerzas.

  Pero aquí viene lo siguiente: entonces cómo es que hay tantos en el Reino de Dios que no tienen amor para con los hermanos; y no sólo eso, sino que aún hablan mal de los demás, acusan, difaman y  maltratan hasta en la propia iglesia. Justamente eso es el problema, pero para los que obran así. Porque si no amás a tu hermano estás en un verdadero problema con Dios. Hasta por ahí alguno dice: “Nooo…yo a Dios lo amo. Yo a Dios le sirvo en la iglesia, yo oro, leo la palabra, etc.”Pero no, eso tampoco sirve si no amas a tu hermano. No hay que olvidar que Dios mira el corazón, y no las apariencias. Dios sabe lo que hay dentro tuyo. A él no le podemos mentir. Es que si decimos que lo amamos a Dios, a quien no vemos, debemos amar a  nuestro hermano, a quien sí vemos. Porque de no ser así, además de homicidas, pasamos a ser mentirosos delante de él.

  Sabemos que Dios mira el corazón y no las cosas exteriores, las apariencias. Sin embargo, muchos creen que pueden tapar su falta de amor hacia las personas, haciendo muchas cosas en la iglesia, dando muchas ofrendas, y aún teniendo una apariencia de piedad. Pero la Palabra de Dios no cambia y 1 JN. 3:15 sigue allí, inalterable en la Biblia…titilando con luces de colores. El Señor conoce lo más profundo de nuestro ser, y a él no lo podemos engañar. El quiere en esta hora que abandones todo este tipo de actitudes y comiences a hacer las cosas bien. Es decir, a la manera de Dios. Es cambiar o cambiar, porque si no nos quedaremos en el camino. A él no le impresionan los títulos o cargos que tengas dentro, o fuera, de la iglesia. Al Señor sí lo conmueve el corazón arrepentido y humillado. Con Él no hay excusas. Nos puso para bendecir a los demás, no para que fuéramos jueces de las conductas ajenas. Su voluntad es bendecirnos y perdonarnos, pero con una condición: Que nosotros hagamos lo mismo con los demás. Sólo de esta manera funciona. Así que no hay lugar para quejas o reclamos a Dios, luego.

  Entonces sabemos, que el que no ama a su hermano no conoce a Dios realmente, porque si no ama al que ve, no puede amar al que no ve. Por eso Dios lo llama homicida y mentiroso. Porque si la evidencia de que lo conocemos a Dios es que tenemos su amor dentro nuestro,- el cual es sublime, perfecto, perdonador, misericordioso-, entonces no cometeremos atropellos contra nuestro prójimo sino que actuaremos en amor y compasión.

  Por eso nunca es tarde para rectificarse y cambiar toda actitud incorrecta, mirándonos siempre en el espejo de la Palabra. Él es nuestro abogado y está dispuesto a perdonarnos si nos arrepentimos de todo corazón (1JN. 2:1-2,1:9). Porque él es fiel y justo.

  Así, con la certeza de que si tenemos su amor, aunque sea un poquito de él, y nos ponemos en sus manos, este amor puede ir creciendo y desarrollándose cada día más en nuestras vidas.
  Silvia ‘11

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