martes, 5 de marzo de 2013

En qué consiste la prosperidad y el ser bendecido.



  

La prosperidad siempre está, aunque no la veas. Tal vez esta no sea como vos la imaginaste. Pero aún así, la bendición sigue estando porque Dios sigue estando, y Él no ha cambiado. A lo mejor hasta te sientas defraudado con Dios porque no te dio ese auto que tanto querías, o no te funcionó ese negocio en el cual tenías puesta tu esperanza de progresar. Pero dejame decirte que el ser bendecido no se refleja en el hecho de tener mucho dinero ni posesiones materiales. Mucha gente hay que tiene estas cosas, y en mucha cantidad a veces, y sin embargo viven perdidos, miserables, y en maldición. Porque el ser verdaderamente bendecido no reside en las cosas materiales, sino en estar en el centro de la voluntad de Dios (Juan 4:34). Por algo el Señor dice en su Palabra, que su bendición es la que enriquece y no añade tristeza con ella (Prov. 10:22). Por algo nos dice también, que su reino no es comida ni bebida. Porque la verdadera riqueza, la verdadera bendición, es la eterna, la que jamás se corrompe. Porque es la que “acumulamos” en el cielo, donde nada ni nadie la puede robar, y nunca perece (Mateo 6:19-20). Esa es la bendición que viene del Señor.

   Por eso mismo también nos dice Dios que no nos afanemos ni preocupemos por las cosas materiales, ya que Él nos provee de acuerdo a nuestra necesidad. Porque Dios conoce todo lo que nos hace falta, y nos suple, es que debemos desarrollar nuestra confianza en su provisión (Mt. 6:25-34). Dios nunca nos abandona ni nos deja desnudos. Sin embargo, el deseo de Dios es que no nos enfoquemos en las cosas materiales, que perecen, sino en las eternas, que son las que perduran (Col.3:2). Porque debemos tener presente que Dios es nuestro proveedor, y que si confiamos en Él nada nos va a faltar nunca (Salmo 23:1, Filipenses 4:19). Tal vez todo esto rompa bastante con tu idea de prosperidad, bendición y riqueza que te habías hecho. Pero esto no quiere decir tampoco que Dios te quiere pobre, miserable o pasando necesidad; sino más bien todo lo contrario. Es que Dios es un Dios bueno, misericordioso y no se contradice ni cambia. Si Él cuida de las aves, cuidará también de ti. Creelo, no lo dudes. El Señor lo dice en su Palabra en Mateo 6:26-30. Por eso, si el Señor se convierte en tu confianza, y en tu proveedor, verás que Él nunca te defraudará. Es más, tu provisión está garantizada porque la verdadera prosperidad no consiste en la abundancia de bienes materiales, o prestigio, o dinero, y ni aún en muchos títulos; sino en que nunca nada te faltará. Porque Él siempre estará con vos, y nunca te dejará si lo buscás con todo tu corazón.

La música de Dios.


Salmo 150:6.  Todo lo que respira alabe al Señor.

   Cuando hablamos de este tema, las cosas suelen complicarse un poco. El por qué sucede esto es simple: muchos suelen arrogarse el tener una respuesta para algo que ni la Biblia ha respondido categóricamente. La gente suele poner etiquetas a los géneros musicales aduciendo que cierto tipo de música es de Dios, según su propio entendimiento, y juzgando por ciertas características específicas. Por el contrario, utilizando el mismo razonamiento, llegan a la conclusión que ciertos tipos de música son absolutamente del diablo, satánicas, y que las mismas, no se pueden utilizar para alabar a Dios. Pero el punto principal acá es en qué nos basamos para emitir semejantes juicios. Generalmente, sucede que nos basamos en nuestros propios gustos personales, o nuestra propia manera de ver las cosas, la cual es subjetivo. Y es a esto que luego le llamamos “el juzgar justamente”. Pero el juicio justo deber ser como dice la Palabra, y no de otra manera (MT. 7:24). Es decir, basado en lo que la Biblia dice al respecto, y no en lo que nosotros queremos hacerle decir a la misma. Sin embargo, lo que más llama la atención de todo esto, es ver como se catalogan géneros o estilos  musicales como la “música de Dios”, o la “música del diablo”, cuando ni la Biblia misma hace ese tipo de distinción. Entonces, en lugar de crear o descubrir cosas nuevas, en lo que hace a la música, nos ponemos a criticar al que trata de hacer algo. Ahora, sabemos que es cierto que muchas de estas personas no sólo no se dedican a la música, sino que además tampoco conocen nada ni de música, ni de nada que tenga que ver directamente con ella. Entonces, si yo de algún tema determinado no conozco, o no sé mucho, ¿con qué autoridad me atrevo a abrir la boca para opinar? El hecho de que alguien crea saber mucho de la Biblia no significa, necesariamente, de que pueda hablar u opinar de cualquier tema como si fuera un erudito en el mismo. Sin embargo, algunos me pueden objetar que tal o cual música despierta la carnalidad, exalta la sensualidad, o bien, es desagradable; o asimismo, que tal músico o cantante, no vive de acuerdo a lo que “predica” con su música. Pero acá caemos en el error de juzgar injustamente. En primer lugar,  porque el estilo o tipo de música nada tiene que ver con la vida espiritual de dicho músico o cantante. Porque si alguien lleva una vida desordenada, por ejemplo,  esto va más allá de la actividad  o ministerio que esta persona realice. Para ser más clara, el problema en verdad es otro: el CORAZÓN DEL HOMBRE, su naturaleza corrupta y caída desde el Edén. Y aquí sí hay bastante sustento bíblico para estas afirmaciones, como Jeremías 17:9-10, Romanos 3:23, Mateo 15:18-20, etc.; y en Proverbios 4:23 dice que debemos guardarlo (al corazón) más que a cualquier otra cosa. Por eso mismo, si Dios lo dice por algo es. Porque vemos que el problema no está ni en la música en si misma, ni tampoco en el tipo de música que toquemos o escuchemos; ni aún es el problema si tocamos música en la iglesia, o en el boliche; ni siquiera tampoco es un obstáculo, o problema, el hecho de si decidiéramos grabar en una disquera secular. ¡No! Definitivamente, ese no es el punto ni el problema. ¡No! Y mil veces, ¡no! Como ya se ha dicho, y lo vuelvo a repetir, el problema es el hombre, el ser humano, y lo que hay en su corazón. Porque el hecho de que este viva en la carne o ande en el espíritu, (Gálatas 5:16-17, 25), influirá en sus actitudes de su diario vivir. El hecho de que alguien ponga la mira en las cosas de Dios (Col. 3:2), o no, será lo que determine cualquier decisión de su vida. Será eso, y no otra cosa. (Continuará)
SILVIA’13