lunes, 19 de noviembre de 2012

En la casa del Padre.



Al estar en la casa del Padre gozamos de muchos beneficios. Porque bajo sus alas siempre estaremos seguros y confiados. Estando bajo su abrigo nada nos faltará, porque Él es nuestro sustentador. Por lo tanto, la provisión está garantizada si nos ponemos en sus manos (Salmo 23:1). Por eso es tan importante que recordemos los beneficios de estar bajo la cobertura de nuestro Padre Celestial. Algunos de ellos son, como ya dijimos, tener seguridad y confianza bajo el abrigo de sus alas (Salmo 91:1-4). También el estar en la casa del Padre nos garantiza  el tener buen alimento y descanso. Esto quiere decir, sobre todo,  que disponemos de la mejor calidad de comida espiritual (Salmo 23:2). Porque como hijos de nuestro Padre Dios, debemos tener sumo cuidado con qué nos alimentamos, ya que hay mucha comida espiritual adulterada o de mala calidad, dando vueltas. La otra cosa es, que al sentirnos seguros, nuestra alma puede reposar tranquila porque sabe que está en el mejor lugar: junto a su Hacedor y Dueño del universo.

   Podemos ver en Lucas 15: 11-17 cómo Jesús da el ejemplo de alguien que  eligió salirse de la cobertura y protección, que le daba el estar en la casa de su Padre. Esto fue justamente lo que le sucedió al hijo pródigo, que quiso vivir una vida independiente de su padre, y se fue lejos. Pero las consecuencias que ello le trajo fueron de ruina y destrucción. Al verse tan solo y arruinado, recordó angustiado toda la abundancia de la que gozaba en la casa de su padre, y al ver su error, se arrepintió profundamente. Y así un día decidió regresar al lugar de donde nunca debió haberse ido.  Por eso que a través de esta historia, es que Jesús nos quiere enseñar que, del mismo modo nosotros no nos debemos salir de su casa, o cobertura espiritual. Porque al alejarnos de su amparo y abrigo, nuestra vida se vuelve errática y triste. Entonces, también nos alejamos de su voluntad  y perdemos los beneficios que el estar bajo su cobertura nos da. Tal cual le sucedió al hijo pródigo. Por eso es tan importante que nunca perdamos de vista todo lo bueno que tenemos de parte de Dios, si permanecemos en sujeción a Él. Para ser más claros, esto significa que nuestra confianza y abrigo siempre deberán estar en el Señor. Porque si perdemos de vista este principio, no habrá cobertura humana que lo pueda reemplazar, por más bonita y respetable que se vea por fuera. Con esto no quiero decir que no debamos congregarnos ni nada que se le parezca, entiéndase bien, ya que el congregarnos es parte de seguir los preceptos bíblicos. En la Biblia se nos insta a ser ordenados, ya que a Dios le agrada  el que seamos ordenados. Sabemos que el tener compañerismo con nuestros propios hermanos en la fe, el recibir buena enseñanza, etc., es muy importante para todo nacido de nuevo, ya que en Cristo somos un cuerpo y Él es nuestra Cabeza (Ef. 5:23). Del mismo modo, tampoco ignoramos que un cuerpo no puede tener dos cabezas. Por lo tanto, debemos recordar que la cabeza del Cuerpo de Cristo, es Cristo mismo. Todos nosotros, entonces, somos  sólo mayordomos, lo cual incluye a los que lideran o pastorean la congregación. Por eso, si nosotros estamos seguros que Él es nuestra cobertura, no andaremos buscando reemplazos humanos por ahí.

   Porque al tener claro todo esto que vimos anteriormente,  sabremos con certeza que estamos parados en el lugar correcto. Es decir, que sabiendo que estamos en el lugar más seguro: la casa de Nuestro Padre. Él mismo, que nos dio a Jesucristo para que pudiéramos acceder a su presencia; Él mismo, que nos dio su Espíritu Santo (Jn. 14:15-17a), el cual nos prometió que estaría siempre con nosotros, y que no nos dejaría huérfanos. Por eso, en Dios, siempre tendremos la mejor cobertura y respaldo, consuelo y fortaleza (Salmo23:1-3). Porque con Él nuestro destino será el mejor, ya que estaremos seguros y confiados, en todo tiempo.
  

sábado, 10 de noviembre de 2012

El verdadero amor.



1 Corintios 13:4-5.

   Tal como vemos en este pasaje de la Escritura, podemos apreciar en qué consiste el verdadero amor. Que es de Dios y que viene directamente del cielo. Porque tal como dice en 1 Juan 4:8 el amor es la evidencia de que realmente conocemos a Dios, de que en verdad hemos nacido de nuevo.

   En el versículo 4 del mismo 1 Co. 13 dice: “El amor es sufrido, es benigno”. Esto es que, el que tiene amor es bondadoso, ya que al ser este evidencia de que somos hijos de Dios, tendremos además la capacidad de sufrir con el que sufre, y llorar con que el que llora. El tener un carácter compasivo y misericordioso  es otra característica de un genuino hijo de Dios.

   En la segunda parte del mismo versículo 4, vemos también que el que tiene verdadero amor no es envidioso, ya que quien diga conocer a Dios no puede albergar esta clase de sentimiento, tan carnal y tan contrario a la naturaleza divina.

   El verdadero amor tampoco es jactancioso, ni se envanece (V.4c), porque el que se jacta no es aprobado por Dios (2Co. 10:18). Nuestra gloria debe estar siempre en el Señor (2Co. 10:17).

   Por eso, el que verdaderamente tiene amor “No hace nada indebido, no busca lo suyo” (V. 5a). Esto significa que nunca buscará dañar o herir a nadie intencionalmente. Del mismo modo tampoco se complacerá en lastimar, menospreciar o descalificar a nadie bajo ninguna excusa. Por el contrario, será alguien compasivo, humilde y perdonador. No será alguien que se irrite fácilmente, ni de carácter explosivo sino que tendrá un carácter manso y paciente.

   El que realmente alegue conocer o amar a Dios, no tendrá actitudes egoístas ni fuera de lugar. Es decir, que no manifestará actitudes irascibles ni será rencoroso; o que viva recordándoles el pasado a las personas siempre que se le presente la oportunidad, y así, se crea juez de su prójimo creyéndose con derecho a condenarlo.

   Porque alguien que conoce realmente a Dios, va a manifestar el carácter de Dios y no otra cosa. Por eso, al manifestar amor manifestamos el carácter de Él, y sabremos entonces que le conocemos. Y el verdadero amor que viene del Padre consiste justamente, en que las características del amor de las que se habla aquí, 1 Corintios 13: 4:5, se hagan realidad cada día más en nuestras vidas. Debemos velar siempre en eso y no descuidarnos nunca, para ser de bendición y no de tropiezo.